Durante la niñez y la adolescencia, la dependencia emocional es necesaria para que nos desarrollemos adecuadamente. Si no nos importara lo que nuestros padres opina, sienten o dicen, posiblemente creceríamos en el caos y el desorden (como queremos que nos quieran, nos comportamos como nos dicen).
La tarea de ser uno mismo
El problema surge cuando esos lazos de dependencia se mantienen durante la vida adulta, impidiéndonos desarrollar nuestra capacidad para tomar decisiones y hacernos cargo de nuestra propia vida.
Darse cuenta de que estamos sujetos a lo que los demás esperan de nosotros (familiares, amigos, pareja) es tarea de toda una vida, y distinguir entre lo que los otros esperan y lo que deseamos no es fácil. Pero llegado un punto, debemos trabajar para liberarnos de esa presión externa y empezar a ser nosotros mismos.
¿Quién te condiciona?
Es el momento de descubrir qué es lo que te está impidiendo llevar a cabo tus sueños. En la dependencia emocional lo que nos frena es el cariño mal entendido. La madre que impide a su hijo se él mismo con frase como: “Si te vas, me sentiré muy sola y será un mal hijo por permitirlo”, o el novio que le dice a su pareja: “Si me quisieras, no saldrías con tus amigas”, lo que están haciendo es manifestar su propio miedo a quedarse solos. Analiza si existe algo parecido en tus relaciones.
Las personas que te “obligan” a renunciar a tus sueños no te están queriendo como te mereces. Posiblemente sea una forma de enfrentarse a sus propios miedos; no debes permitir que sea a costa tuya. Decide romper con este tipo de dependencias y demuestra a esas personas que tus deseos no son incompatibles con el cariño que les profesas.
Valora lo que eres y lo que quieres
La dependencia emocional conlleva inseguridad y sentimientos de culpa. Nos resistimos a hacer nuestra vida porque creemos que con ello haremos infelices a personas que son importantes para nosotros, pero ¿te das cuenta de que eso no tiene sentido?
Quizás la dependencia te ha hecho sentir inferior, como si no tuvieras derecho a ser tú mismo o no estuvieras capacitado para hacer frente a tu vida. Reflexiona sobre todo ello: haz una lista con tus cualidades y empieza a ponerlas en práctica en tu propio interés.
Aprende a decir no sin sentirte mal
Convéncete: no pasa nada porque te niegues a hacer ciertas cosas. Estás en tu pleno derecho a:
- Decir que no sin culpa ni remordimientos, y sin dar siquiera una explicación.
- Poner alguna excusa: “No tengo tiempo”. Aplazar las cosas es tu derecho, las veces que quieras.
- Abandonar la situación. Si el otro te sigue presionando, da media vuelta y márchate.
- Romper la relación con esa persona. Pero antes piensa que si la relación es importante te conviene salvarla a través del diálogo.